José Manuel Martínez «Boch»
En 1984 trabajaba en “El Bandido” los viernes y sábados por 2000 pesetas a la semana. Era un dinero que me iba muy bien para sufragar mis pequeños gastos mientras intentaba estudiar la carrera de Derecho en la Universidad. En “El Bandido”, Javier Alvero, compañero de estudios, me presentó a Antonio Giménez, con el que trabajé durante un par de años en dicho bar. Luego fuimos socios y compañeros en esa aventura que fue abrir y trabajar durante 25 años en “La Estación del Silencio”.
En “El Bandido” conocimos a Juan, Enrique, Pedro y Joaquín. Teníamos una edad muy parecida y las mismas inquietudes musicales y ganas de hacer cosas. Ellos formaron “Héroes del Silencio”, nosotros abrimos “La Estación del Silencio” (EdS). A partir de ahí, Antonio cambio su apellido por el de “Estación” y yo seguí con el mismo apodo que me pusieron en la Universidad Laboral, “Boch”. Allí, en la “Laboral”, Javier y yo conocimos a los “Cadáveres Aterciopelados”, grupo de punk local con mala suerte, con los que mantuvimos una estrecha relación durante años, siguiendo su recorrido posterior en la música con distintos nombres, estilos y formaciones.
Esas inquietudes y ganas de las que hablaba antes, no eran algo extraño en aquella época en Zaragoza. Luis Linacero nos proveía de discos (bastante caros, todo hay que decirlo), que los jóvenes de esos años consumíamos en grandes cantidades. Escuchábamos con devoción los programas radiofónicos de Julián Torres “Cachi”, Miguel Mena y Richie&Coco. Con Cachi escuché por primera vez a “The Smiths”, “The Cure” y “Cocteau Twins” entre otros muchos grupos que han tenido influencia en mi vida. Todo el mundo quería montar un grupo de música, hacer una maqueta y llevársela a Cachi para que le emitiera en sus programas. En esos tiempos, los chic@s les pedían a sus padres como regalo de cumpleaños una guitarra, un bajo… no un teléfono de última generación, y en muchas casas los vecinos oían los primeros acordes desafinados de lo que más tarde sería una de las canciones de un grupo de música zaragozano.
En Marzo de 1987, con 20 añitos, abrimos la EdS. Había una expectación increíble y se llenó nada más abrir las puertas. Esto siguió ocurriendo de continuo durante los siguientes 10 años aproximadamente. Había gente y gente esperando en la puerta a que abriésemos y cerrábamos a la una de la mañana con el bar repleto. Nunca fuimos empresarios, solo dos chavales que se lo pasaban bien en un trabajo que no sentíamos como un trabajo. Queríamos que la gente se sintiera a gusto, como lo estábamos nosotros, aunque eso nos costó muchas, pero que muchas copas “por la face”. Eran otros tiempos.
La apertura de la EdS y el reconocimiento a nivel nacional de HdS, coincidió, en mi opinión, con el momento artístico más productivo que ha tenido nunca Zaragoza. Esos chicos que aporreaban la batería o sacaban sonidos degollados a sus guitarras, ya tenían cierto dominio del instrumento y ensayaban por la zona de sementales o por la calle Capitán Pina. Músicos, poetas y pintores como Victor Gomollón hacían cosas realmente interesantes, y gran parte de ellos se reunían en la EdS para tomarse las copas y hablar de sus grupos y proyectos, formar otros nuevos y traernos sus maquetas para que las pinchásemos en la cabina de discos. Fue como un huevo que eclosionó de repente y que salpicó, no solo a Huesca y Teruel. También se sintió en el resto de España.
En aquella época, y debido al entusiasmo generalizado que existía en la ciudad, Zaragoza se convirtió en lugar de peregrinaje nacional. Sus zonas de bares y grupos musicales eran conocidos por personas de todo el país. Cuando Héroes triunfaron internacionalmente, los peregrinos llegaron también del resto de Europa y América. ¡Cuantas chicas alemanas vinieron por esas fechas! Algunas de ellas han hecho de Zaragoza su casa y aún están por aquí. Otras, tras pasar largos años como mi querida Barbara Tewes, volvió a Alemania.
Llegada la una de la mañana en la EdS, apagábamos la música, poníamos las nunca últimas copas y nos íbamos de bares todos juntos. Parada segura era “El Central” de mi amigo Julián Martín y de sus hermanas, las encantadoras Chusa y Lía. Si había concierto, una cerveza en “La Metro” estaba asegurada. Y a medida que iba pasando la noche, la “Velvet”, la sala “Enbruto” o el “KWM” de Telex, eran el refugio ideal.
Y así fueron pasando los años. Años tontos, de risas y lagunas cerebrales. “Las Novias”, “Niños del Brasil”, “El Niño Gusano” y Tafalla con los “Sick Brains” fueron sacando discos, algunos excelentes. Grupos como “Luxury Beat”, “Días de Vino y Rosas”, “La Máscara”, “Nothing”, “Intrusos”, “Distrito 14”… tuvieron sus momentos de gloria y desaparecieron. Amaral creció hasta llegar a lo más alto. Los bares fueron cambiando junto con la ciudad. De ser la noche de Zaragoza una referencia nacional paso a ser lo que es ahora… ni se definirlo. Los Héroes se separaron, volvieron y se separaron. Enrique en USA y el resto con sus proyectos en solitario.
La EdS aguanto el tirón unos años más, ¡hasta llegar a los 25! Dejamos de llevar las riendas del local y vendimos hace un par de años. Lo retrasamos demasiado en mi opinión.
Los ochenta-noventa, fueron tiempos muy divertidos. Lástima los que no los vivisteis. !Nosotros tuvimos esa suerte! Pero ya sabéis que, según dicen, todo vuelve. Yo espero que las hombreras en las cazadoras no lo hagan. La alegría y el ansia de vivir de aquellos años, si.
Como decía aquella canción: “Fin de semana total, lunes de peluquería” (Intrusos)
Menuda envidia! Ojalá pudiera vivir sólo una de esas noches!
Fantásticos momentos! Todavía recuerdo el día dr la imauguración…es lo bueno que tiene eso de ser una abuela cebolleta, jejeje